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Crimea y el error de poner cerco a la pluralidad

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Crimea. Península de 26.200 kilómetros cuadrados. Localización de la vida de 2.1 millones de personas. Espacio en el que conviven rusos, ucranianos y tártaros. Territorio de invasiones, conquistas y pluralidad adquirida. Crimea. Otrora un espacio olvidado, es hoy ese lugar al que todos miran, del que todos hablan, por el que todos ¿se preocupan?

 

Rusia ha invadido Crimea. Ésta es, y no otra, la noticia; o al menos la información que a grandes rasgos lleva llenando varios días la prensa internacional que le dedica un gran seguimiento al conflicto entre Ucrania y Rusia. Un desencuentro que tiene un largo pasado y ante el que Vladimir Putin, pese a la contrariedad de las otras potencias, no parece tener freno.

 

Pero vayamos por partes. Si hoy hablamos de esta disputa es porque Ucrania, más bien su pueblo, dijo basta. Porque tras no años, sino décadas de trabajos a la sombra del gigante vecino y sin un proyecto que les dejase progresar, o al menos intentarlo, veían como esa posibilidad se les esfumaba ante unos dirigentes que preferían seguir en la ‘Unión Soviética’.

Con sangre, 98 personas perecieron en los meses de disputa, han pagado los ucranianos su valentía. Un sacrificio que les ha llevado a donde hoy están. Víktor Yanukóvich exiliado (Moscú). Gobierno provisional. Apoyo europeo. Crimea ocupada. Miedo a un conflicto bélico. Reconquista rusa. Vigilancia internacional.

 

Realidad adquirida

La legitimidad de una acción bélica, de una sanción internacional, de una independencia. Poner límites es realmente difícil; sin embargo, con una mirada a la historia de Crimea se puede aclarar el panorama, si bien encontrar la respuesta sigue siendo una utopía.

Para que nos hagamos un idea, hablamos de un territorio que ha vivido bajo el dominio turco y tártaro desde 1475 hasta 1777, que perteneció al Imperio Ruso desde 1783 hasta 1945 (año en el que Stalin expulsa a Crimea del protectorado ruso por supuesto apoyo a los nazis), que desde 1954 hasta ahora ha estado anexionado a Ucrania, y que desde la independencia de Ucrania de la URSS en 1991 ha sufrido como los segundos anulaban su transferencia a Ucrania de 1954 y como los primeros rechazaban su independencia declarada en 1992 antes de ver como en 1995 abolían directamente su presidencia. Por si esto fuese poco, se estima que unos 300.000 tártaros han regresado a la que era su casa tras ser deportados en su momento por Josef Stalin.

 

Muchos datos y algunos que seguro faltan para acabar haciéndome y haciéndoos esta pregunta: ¿A quién pertenece Crimea? Y lo que es más importante ¿Qué pasará con esas otras ciudades ucranianas que han alzado la voz en favor de ser rusas tras la salida del Gobierno de Yanukóvich? Yo no lo sé, pero si hay una cosa clara llegados a este punto es que determinarlo es tan peligroso como lo es el hecho de que la convivencia de diferentes culturas no entiende de fronteras.

 

El sueño de Putin

Si hay alguien que más que de legitimidades entiende de pertenencias históricas ese es Vladimir Putin. El máximo dirigente ruso, que prefirió estar un tiempo a la sombra aunque sin dejar de mover los hilos del Kremlin, parece decidido a no dejar aparcado su lado más KGB, más soviético.

 

Presionar es su seña de identidad. Él sabe que mucho de lo que se mueve en Europa del Este, mucho de lo que da de comer a quienes fueron URSS y hoy son ‘independientes’ depende de sus designios. Y así, sabedor de su privilegiada posición puso a su vecino más preciado, Ucrania, entre la espada y la pared, entre vivir hoy o lanzarse a una aventura en la que el paracaídas de emergencia podía tener demasiados agujeros.

 

Así, consiguió frenar el acuerdo de Ucrania con Bruselas. Así pretendió dar un paso más hacia un sueño llamado Unión Euroasiática, un bloque de colaboración económica y política en el que se integrarían muchas de las repúblicas de la antigua URSS. Pero Putin no contaba con que los ucranianos no se conformarían con agachar la cabeza y volver a sus casas. Eso sí, cuenta con su ejército.

 

Invasión

Visto que tener a Ucrania bajo su dominio político de desvanecía al ritmo que triunfaba la revolución. Rusia no ha tenido otra idea que invadir, por ahora, la península que nos ocupa, Crimea. Claro que para hacer esto ha contado con el favor del propio territorio, que dentro de dos días; es decir, el 16 de marzo, votará en referéndum sobre su posible adhesión a Rusia.

 

 

Vista de la  situación de Crimea entre Ucrania al oeste y Rusia al este.

Sea como fuere, el mayor dilema no se plantea únicamente en el futuro del territorio fronterizo entre estas dos naciones, sino en las consecuencias de lo que desde EE.UU. y Europa ya se ha catalogado como una anexión de territorio que va contra las leyes internacionales y como el posible punto inicial de una ocupación de más territorios ucranianos por parte de Rusia.

 

Respuesta Internacional

Partimos de la premisa de que a Putin poco le importa lo que le digan; no hay más que mirar a que su postura suele ser básicamente opuesta a EE.UU. ante cualquier conflicto; claro que lo mismo se podría decir de los estadounidenses. Sin embargo, lo que se avecina no ha contado con precedente alguno, ya que la UE planea una dura sanción en la que se incluiría la congelación de bienes personales de rusos y ucranianos, así como sanciones en materia de viajes y visados.

 

Con las cartas sobre la mesa, en EE.UU. preocupa que una sanción preventiva a Rusia no sólo endurezca más la postura de Putin, sino que además provoque el recelo de los ucranianos, algo que según palabras del embajador ucranio ante la UE, Kostiantyn Yelisieyev, no sería descabellado. “El principal objetivo de las sanciones no debería ser castigar a Rusia, sino rebajar la escalada de tensión. Lo más inteligente sería un apoyo generoso y coordinado a Ucrania”. Estas declaraciones quieren decir que en Ucrania no quieren saber nada de disputas con Rusia, pero que después del levantamiento popular entienden que merecen una propuesta inmediata de integración en la Unión Europea.

 

Menos diplomática es la postura de Alemania, donde Angela Merkel asegura que Ucrania debe seguir recibiendo apoyo internacional ante lo que ha considerado una violación de todas las normas internacionales acordadas tras la Segunda Guerra Mundial.

 

Dónde está el límite

Pongamos que finalmente Crimea se une a Rusia, ¿parará aquí Putin? Este es el mayor miedo de la comunidad internacional y de Ucrania, más aún cuando según medios ucranianos como The Kiev Post, las tropas rusas ya se han adentrado más allá de suelo crimeano, tomando posiciones en la provincia de Jersón para evitar, tal y como señalan las fuentes consultadas, un posible avance militar ucraniano.

 

Hasta el momento Rusia no ha dejado claro su objetivo, pero hay analistas que apuntan a que la meta final no es Crimea, donde el gigante asiático siempre ha campado a sus anchas, sino adherir todos aquellos territorios del sudeste ucraniano en los que tanto la etnia como la lengua rusa son mayoritarias. Así, podemos nombrar Odesa, Donbás, Jarkóv,Dnepropetrovsk, Lugansk, Melitopol, Yevpatoria y Kerch, ciudades en las que han sido arriadas las banderas ucranianas de los edificios públicos para poner en su lugar la de Rusia.

 

Saber cuándo o cómo acabará esto es indescifrable; sin embargo, va a dar para que muchos territorios olvidados y de los que una gran mayoría jamás ha escuchado, pasen a un primer plano en el que se acabará hablando de kilómetros cuadrados, de fronteras, de bienes territoriales, pero no de personas ni de sentimientos culturales.

 

Poner límites es peligroso y decir tú eres mío y te quedas aquí, más todavía. ¿Dejar decidir a las personas que trabajan esa tierra, que respiran esos aires? No lo sé, pero tengo claro que esos mismos ucranianos que quieren vivir en adhesión con la UE lo seguirán queriendo, y que esos otros que desean tomar la dirección opuesta tampoco querrán conformarse. Demasiada pluralidad para poner cercos sin errar.

Rusia declara que sus movimientos en Crimea están abalados por el acuerdo suscrito con Ucrania.

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