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5 de marzo. Hugo Rafael Chávez Frías, presidente de la república bolivariana de Venezuela muere tras 22 meses de lucha contra el cáncer a la edad de 58 años. Autoproclamado azote del imperialismo, tan bocazas como pasional, deja ahora un legado con un vacío cuyas consecuencias están en el aire, abriendo así un debate sobre el futuro de su país y de la revolución que allá por finales de los setenta inició cuando su repercusión mediática no asomaba más allá del localismo.

 

"A mediados de los 80 propuse a mis compañeros militares agregar la letra R -de revolución- a la sigla de nuestro movimiento que se llamaba EB-200 -Ejército Bolivariano 200 porque en 1983 era el bicentenario del nacimiento de Bolívar-. (...) El movimiento había crecido pero todavía éramos pequeños grupos, que al fin nos definimos como un movimiento bolivariano revolucionario. Lo que perseguíamos era eso, una revolución, una transformación política, social, económica y cultural inspirada en el planteamiento de Bolívar". Palabras del propio Chávez en relación a la corriente bolivariana y nacionalista que se gestó en el ejército venezolano y que él mismo ha implantado en Venezuela desde hace ya casi catorce años. Un nuevo camino ideológico que ha ido evolucionando desde ese primer momento hasta lo que hoy se denomina como nuevo socialismo del siglo XIX, y que me da pie a estas líneas.

 

Hoy, ya pasado bastante tiempo desde su adiós me pregundo: ¿Se fue un hombre, un revolucionario, un dictador o un pensamiento? Para que engañarnos, lo que más ha calado de su salto al primer plano mundial fue su reiterado odio a Estados Unidos. "Yanquis de mierda", quizás la frase que más ha repetido a boca llena y que le ha servido para ganar simpatías y detractores. Un mensaje tan directo como claro que ha dejado en segundo plano todo lo demás.

 

Con Simón Bolívar como símbolo de cada paso y fusionándolo con su mente izquierdista, para muchos dotada de un comunismo encubierto, Chávez ha llevado a cabo un programa social que, con el trasfondo de populismo y acusado de no ser más que limosna para el pueblo, ha tratado de llevar a cabo medidas en las que el pobre pudiera ver un cambio para mejor en su vida. En esta política se encuadran las misiones bolivarianas, que dieron sus primeros pasos en 2003 con un ideario desde el enseñar a leer y escribir al más analfabeto hasta de dotar de estudios superiores a los desfavorecidos; otra de las misiones más relevantes es la de dar atención médica a quienes no pueden permitírsela, esto último en estrecha colaboración con Cuba. Y por supuesto la reforma agraria de 2005, por la cual se llevó a cabo la expropiación de latifundios y tierras en manos de terratenientes, para dárselas a quienes las quisieran trabajar; fue justo en este punto en el que desde EE.UU. se le acusó de comunista.

 

Lo que para muchos ha sido una ventaja, el tener al libertador Bolívar como insignia, ha sido para otros el mayor de sus pecados. "Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma pues la moderación del primer jefe cundirá entre los últimos y mi vida será su regla. El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza", así se expresaba Bolívar, y con estas mismas expresiones ya Marx en su día se desligó de él al verle como el creador del culto a la personalidad. Una cuestión que no ha dejado de crear controversia hasta nuestros días entre estudiosos sudamericanos, así, el historiador Germán Carrera Damas considera que el bolivarianismo ha hecho uso de un culto del pueblo para convertirlo en un culto para el pueblo, o lo que es lo mismo, un instrumento ideológico para dominar a la masa. Manuel Caballero, también historiador va más allá, enlazando aspectos de esta corriente con la "religión política fascista", basada en un hombre que pretende ser "el Profeta del Dios Único".

 

Llegados a este punto no hace falta decir que la diplomacia nunca fue el punto fuerte del comandante venezolano, que se fue haciendo enemigos casi al ritmo con el que las palabras fueron saliendo de su boca. Frases como: "Da tristeza porque se convirtió en un cachorro del Imperio", dirigida a Vicente Fox siendo éste presidente de México; "Eres un ignorante, burro, hombre enfermo, inmoral, cobarde, mentiroso, genocida, mataniños, borracho, ridículo", a George Bush; "Tenemos 500 años aquí y nunca nos callaremos, mucho menos a la voz de un monarca", al rey don Juan Carlos; o "Señora canciller se puede ir a... Y no voy a decir más porque es una mujer. Ella es de la derecha alemana, la misma que apoyó a Hitler y la misma que apoyó al fascismo", a Merkel, sirven como ejemplo de la vehemencia que siempre ha caracterizado a su discurso.

 

Radical, pasional, así era Chávez, quizás en exceso, pero no por ello el juicio debe ser más banal. Hay quien dirá que hoy día esos comentarios y esas ideas están fueran de lugar, que la diplomacia es la que debe regir el orden mundial, pero donde muchos ven aquello hay bastante más de dominio monetario e hipocresía de lameculos por dos duros. Al ex presidente venezolano se le podrá acusar de muchas cosas, y con razón y causa aseguradas, pero no se le podrá tildar de esconderse o no decir lo que pensaba, algo que en las alturas es un oasis, ya sea con agua o seco por su efimeridad.

 

Hablo de dominio monetario sin temor a la más nimia equivocación por el petróleo. ¿Alguien piensa que de no ser así los estadounidenses estarían tan encelados con Venezuela? No creo. La doctrina Monroe, la cual justifica el intervencionismo estadounidense en suelo latinoamericano y el Caribe tampoco ha ayudado, si bien su puesta en práctica es limitada, y no es más que otra arista dentro del gran prisma llamado petróleo, algo por lo que los del norte de América lo dan todo. Si unimos todo lo anterior a la estrecha relación de Chávez con Cuba, archienemigo de los estadounidenses, hay poco más que decir.

 

Modelo en incierto desarrollo

Su marcha deja la gran duda de qué pasará ahora. Ese nuevo socialismo del siglo XXI que puso en sus palabras allá por 2005, que bebe de la economía marxista y que tiene como ejes el desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa protagónica y las organizaciones de base está en estos momentos en el aire. Sucesor de carne y hueso no le falta. Nicolás Maduro es su nombre, un hombre que en dos décadas ha pasado del volante del autobús que conducía cada día al de todo un país que no sabe muy bien qué esperar de él. Quienes le conocen aseguran que ha sido designado por ser de la izquierda más radical dentro los hombres de confianza de Chávez, algo que no sabemos si le servirá de mucho ante una población tan opuestamente dividida como la que ha heredado. Más importantes en esta transición se antojan las posturas de los que han tomado la ideología del ex presidente como propia; hablo del presidente de Ecuador, Rafael Correa y del presidente de Bolivia, Evo Morales; ambos tienen ante sí el interrogante de asumir el rol de líder o por el contrario mantenerse en un segundo plano.

 

Pregunté qué era lo que se iba con él, y la verdad es que no es sencillo. ¿Golpista? Sí, pero llegó al poder por las urnas. ¿Democracia? A medias porque hay separación de poderes, pero la ley fundacional de la Constitución chavista da lugar a que los poderes legislativo y judicial le den margen para gobernar con arbitrariedad; además, una reforma aprobada en 2009 le daba luz verde a presentarse a la relección ilimitadamente. ¿Libertad de expresión? La censura ha ido ganando terreno. Y llega la pregunta final: ¿Compensan estos recortes en derechos de la población civil por la lucha contra la pobreza? Los datos están ahí, cuando llegó valor de ésta estaba por encima del 40%, ahora que se ha ido roza el 20%. Juzguen ustedes.

 

“Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad”. Lo dijo Chávez y suena bien pero, ¿es la realidad de Venezuela? Está claro que ha muerto un revolucionario si lo entendemos como alguien que va contra lo establecido. Está claro que ha muerto un dictador por su insistencia en mantenerse en el poder a cualquier precio y socavando libertades a su propio pueblo. Pero el pensamiento está ahí y perdurará, tan válido como los demás, pero tan equivocado en el camino elegido como muchos de ellos que confunden revolución con obligación y sumisión.

Chávez, ¿revolucionario o dictador?

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